Para todos los que deseamos crear.
Para todos los que somos artistas – poetas, escritores, músicos, performers – que aún dudamos de la validez de auto-denominarnos así.
Para todos los que somos artistas y no logramos crear nuestras obras.
Hace 20 años que le doy muchas y muchas vueltas a las cuestiones relacionadas con la expresión artística, y mi propia relación con la artista que soy.
Independientemente de la obra que podamos o no haber realizado, ser artista es una forma de percibir la vida. Es ante todo una cuestión de sensibilidad.
El artista vive y convive con el Deseo y la Necesidad de crear, de expresar, de devolver al mundo esa sensibilidad con que habita y percibe.
Pero, para encarnar, para ser plenamente el artista que hay dentro de sí, esa forma de percibir el mundo tiene que ganar cuerpo. Para eso hay que crear, hay que expresar y manifestar en una obra concreta, encarnada – la obra que hay en cada artista, la obra que es la semilla de su sensibilidad y de la inspiración, tiene que pasar de la idealización a lo real. Tiene que atravesar el mundo de las ideas y descender al plano físico.
Ese es el proceso creativo.
El proceso creativo es la travesía de la expresión por los canales internos del artista hasta manifestarse en la obra.
Como artistas tenemos que proporcionar esos canales. Pero estos no siempre están limpios, desobstruidos y libres. Entonces, o la expresión saldrá contaminada por toda la inmundicia que arrastrará consigo, o no saldrá y quedará bloqueada.
Lo que causa la obstrucción o la contaminación en los canales de expresión de cada artista, lo que no permite que las ideas pasen de forma libre y fluida, son todas las creencias, hábitos y emociones tóxicas como la vergüenza, el miedo, el resentimiento. Y como mas calcificadas estén esas emociones y creencias, más grave es el bloqueo.
Lo que pasa es que, si la expresión no fluye y no se exterioriza, se transforma en algo tóxico. Un veneno que no solamente afectará a la obra en última instancia, sino que contaminará la vida del propio artista.
En su libro “Catching the Big Fish”, David Lynch llama la atención sobre este tema “La depresión, la rabia, la pena, son bellas en una historia, pero veneno para el artista (…) Cuando crea no piensa en las consecuencias. Si piensa cómo puede ser recibido su trabajo por los demás, no será artista.”
Virginia Woolf, en “Una habitación propia”, reflexionando sobre el estado del espíritu más propicio al acto de creación, escribe:
“ Infelizmente, son justamente los hombre y mujeres de genio que más se importan con lo que se dice a su respeto (…) Y esa susceptibilidad es doblemente lamentable, pensé, volviendo a mi interrogación inicial sobre el estado del espíritu más propicio para el trabajo creativo, porque el espíritu de un artista, para poder liberar totalmente la obra dentro de sí, debe exaltarse, como el espíritu de Shakespeare (…) No debe haber obstáculo alguno, nada debe quedar por agotar…
(…)
Todo el deseo de protestar, de gritar, de proclamar injurias, de un ajuste de cuentas, de ser testimonio de una dificultad u ofensa, todo eso fue apartado y destruido por él (Shakespeare). Por lo tanto su poesía fluye libre y sin impedimentos.”
¿Cuál sería el secreto de Shakespeare? ¿Cómo limpiar y desatascar nuestros canales de expresión? ¿Cómo liberarnos de las creencias de demerito , del miedo a fallar, del miedo al rechazo, de la rabia y indignación? ¿Cómo expulsar de nosotros todo eso y estar simple y auténticamente presentes para que la expresión nos pueda atravesar ?”