El arteterapia, o terapia de las artes expresivas, tal cómo la aprendí en mi formación, es mucho más que mi profesión, es mi forma de relacionarme con la vida y conmigo misma.
Porque desde siempre, para mi, todo pasa por el arte.
Ahora me doy cuenta que mi profesión me está pidiendo cambios. Me está pidiendo crecimiento. Me está pidiendo que reconozca las raíces sólidas, fiables, que sostienen este trabajo. Un trabajo único, inmensamente transformador, que ofrece la posibilidad de sanación profunda, qué pasa por la expresión, por la creación artística, por la experiencia estética.
En este proceso, reconozco y recupero la escuela en que me formé en Arteterapia Transdisciplinaria y Desarrollo Humano – Iatba – dónde tuve el privilegio de ser alumna de Mónica Sorín y Mercedes Gysin.
Reconozco y recupero los fundamentos de las Expressive Arts Therapy y su enfoque estético de la terapia, el diálogo con la obra, lo intermodal y la filosofía fenomenológica. Así como sus precursores en Estados Unidos y Europa: Shaun Mcniff, Stephen Levine y Paollo Knill.
Y mientras reconozco y recupero mis orígenes profesionales voy creciendo y expandiendo conocimientos y recursos, y complementando estas bases mientras exploro la psicología de Carl Jung y el Psicoanálisis Relacional.
Pero sobre todo recuerdo que mis raíces, las raíces que me nutren y alimentan, que me sostienen, que ofrecen solidez y consistencia a mi trabajo, las raíces que son mi auténtica pertenencia, están en el arte.
En el arte que transforma mi mirada, que crea puentes entre mi interior y el mundo, que expande mi consciencia. El arte que revela, qué me ofrece la vía para validar y resignificar mis experiencias. El arte que genera salud y vitalidad, que me enfrenta a la decisión de seguir repitiendo o escoger crear mi propia vida. El arte que es madre nutricia, que es hermana y compañera, que es abuela sabia y amigo desafiante. Que es amante apasionado y compañero constante. El arte que me gira del avieso y me devuelve a mi misma.
Ahí están mis raíces. Mi sostén desde niña. Mi formación artística. No podría hacer este trabajo como psicóloga, maestra o trabajadora social. Lo que comparto es empírico, sé que el arte tiene un efecto profundamente sanador y transformador no solo porque hice una formación que así lo dice, sino porque lo vivo cada día desde que tengo memoria.